Hay muchas cosas en la vida que pueden generarnos temor, miedo o incluso fobias. Cuando éramos niños tal vez el temor más común era a la oscuridad, el simple hecho de encontrarnos en espacios oscuros, sin saber qué o quién se encontraba a nuestro alredor  generaba este terrible sentimiento, muchas veces alimentado con la fantasía, conforme vamos creciendo y obtenemos esa capacidad de racionalizar, poco a poco vamos venciendo este miedo a la oscuridad.

Pero no por haber vencido el miedo a la oscuridad, se terminan los miedos, generalmente lo que nos es desconocido, lo que no es familiar, sigue produciendo temor, hoy, ya como jóvenes o adultos, tal vez la muerte genera ese miedo, que en México lo disfrazamos de fiesta, de folklore, de celebración… pero que en el fondo sigue provocando una gran incertidumbre, que hay después de la muerte, como enfrentar la muerte y perdida de nuestros seres queridos, cómo será el momento de nuestra muerte. Son muchas las preguntas y pocas las respuestas.

En este camino de cuaresma, hoy nos encontramos con Jesús que es VIDA, que se comparte con  nosotros y que nos abre a la posibilidad de vencer este miedo a la muerte. Es significativo que en este caminar, se nos ofrece la posibilidad de conocer y reconocer a Jesús como “Agua Viva” en el relato del encuentro con la samaritana, como la Luz del Mundo” en la curación del ciego de nacimiento, y ahora como la “Vida” al llamar a Lázaro de muerte nuevamente a la vida. Este caminar nos da la posibilidad de acrecentar el don recibido de la fe, y con la fe obtener la virtud de la esperanza, sabiendo que quien cree en Cristo Jesús no morirá.

La fe nos ayuda a vencer los miedos, y esperar. Hoy más que nunca en el contexto que estamos viviendo en México, la fe en Cristo Jesús nos ha de conducir a una esperanza activa. Es cierto que muchas situaciones cuando las vemos desde afuera, pueden impactar, pueden generar diversos sentimientos, es común en los medios de comunicación masiva encontrar notas de asesinatos, de “ajuste de cuentas”, de violencia, y podemos llegar a verlos como normales, pero cuando estas situaciones tienen un nombre, un rostro, una historia compartida, ya no resulta tan sencillo ni tan normal. Pero aún en esos momentos de oscuridad, de temor, de fuertes sentimientos encontrados, Jesús nos ofrece su LUZ, nos ofrece el sentido, nos ofrece la VIDA, pero no lo hace detrás de un escritorio, como si se tratase de una receta médica, lo hace desde su encarnación, desde el compartir con nosotros los sentimientos mas profundos, cómo lo es la pérdida de un ser querido.

Frente este posible temor ante la muerte, Jesús se acerca, se hace presente en nuestra historia y nos conforta con sus palabras; “Yo soy la resurrección y la vida el crea en mí aunque haya muerto vivirá.