10 marzo 2010

LA INGRATITUD AL SACERDOTE ANCIANO

Posted by P. Pedro Ayala | 10 marzo 2010 | Category: |

P. Emilio González Magaña SJ
...integrar progresivamente la ancianidad
en clave de crecimiento, 
dentro del propio aprendizaje a vivir...
Esta semana  reflexionaba sobre una actitud creciente de ingratitud hacia el sacerdote anciano. Tristemente, poco se menciona el testimonio de algunos sacerdotes que siguen sirviendo a la Iglesia con el mismo entusiasmo de siempre y, por convicción con una vida congruente con su predicación, en pobreza y, muchas veces, en soledad y aun en el olvido. Como dice Jorge Juan Pérez Gallego en su tesis de licenciatura «la tercera edad es un tema que no se aborda con la debida sinceridad y responsabilidad que se debiera y, precisamente por que no se estudia y conoce, no resulta fácil ni convencerse de los contenidos positivos que ella posee, ni afrontar debidamente sus problemas o aspectos más negativos. Es necesario integrar progresivamente la ancianidad en clave de crecimiento, dentro del propio aprendizaje a vivir, para llegar a ser así ante la sociedad un testimonio ‘de contraste’».

Me parece que la Iglesia necesita reflexionar sobre este mismo tema, pero afrontándolo desde un punto de vista relativamente nuevo, tomando en consideración las presentes circunstancias eclesiales y sociales, pues el sacerdote -como los demás hombres-, también padece los problemas propios  de la tercera edad, porque es víctima de un desgaste progresivo. El estudio acerca del ministerio y vida del sacerdote ha ido oscilando a lo largo del tiempo, dependiendo de donde se ponía el centro, o bien en la identidad o bien en el ministerio, llegando a olvidar en algunas ocasiones la inseparabilidad y dependencia mutua de ambos aspectos. Por otra parte, también la enfermedad, los años y el ocaso de la vida pueden suponer para algunos sacerdotes un cierto tipo de “crisis” en el ejercicio del ministerio, en su vida espiritual y en la interpretación y significado del sacerdocio ministerial.
 
En los últimos años se ha publicado una enorme bibliografía acerca del ministerio sacerdotal, pero no se ha aludido ni tratado directa y suficientemente la vivencia del ministerio sacerdotal, desde la propia identidad, en los distintos momentos y etapas de la vida: juventud (un poco más estudiada), enfermedad y ancianidad. Es necesario descubrir los valores de estas fases o etapas del sacerdocio ministerial, para poder alcanzar así la profundidad de la vocación específica. Hemos de aceptar la ancianidad como una gracia de la mano de Dios, pues no lo es menos que la juventud.  Podemos adaptar a la secuencia “juventud-ancianidad” lo que San Ignacio de Loyola dice de “salud-enfermedad” en los Ejercicios Espirituales. Como en la vida toda, así también en la ancianidad, debe cada uno esforzarse y procurar que Dios sea glorificado y servido. No se trata de una aceptación resignada, sino de una oblación hecha con generosidad “como quien ofrece afectándose mucho”, con conocimiento interno de todo el bien recibido, para que enteramente reconociendo, pueda el anciano en todo amar y servir a su divina Majestad (EE 233).
Es necesario, por tanto, tener bien claro qué es y qué significa la permanencia del ser y del ministerio del sacerdote, pues como enseña el Papa Juan Pablo II: «Al sacerdote, marcado en su ser de una manera indeleble y para siempre como ministro de Jesús y de la Iglesia, e inserto en una condición de vida permanente e irreversible, se le confía un ministerio pastoral que, enraizado en su propio ser y abarcando toda su existencia, es también permanente» (PDV 70). La Congregación para el Clero insiste en que el sacerdote ha de buscar siempre esa «profunda “unidad de vida” que lo conduce a tratar de ser, de vivir y de servir como “otro Cristo” en todas las circunstancias de la vida. Es decir, ¿encuentra ayuda y respuestas concretas en los estudios recientes de espiritualidad sacerdotal, el sacerdote joven que ha sufrido un grave accidente, el sacerdote enfermo e impedido y el sacerdote anciano, acerca de cómo vivir el ejercicio de su ministerio? ¿Acaso estas circunstancias llegan a debilitar, oscurecer, restar eficacia y compromiso, o incluso a anular el ministerio sacerdotal? La respuesta estará en el modo como se conciba dicho ministerio y vida sacerdotal.

Currently have 1 comentarios:

  1. estamos de acuerdo, da pena ver esos sacerdotes ancianos, como si no le dolieran a nadie, debieran tener mas atenciones con ellos, yo siento que son tan necesarios como cuando comenzaron, sus sabios consejos ayudan mucho a trillar buen camino. Yo los quiero con pena, veo en ellos a mi papà


Leave a Reply

Gracias por tu visita, por favor deja tu comentario