¡Qué el día tenga 28 horas! Esto para muchos esto sería muy bueno, pues tendrían más tiempo, aunque en realidad no sería la mejor solución.

Hoy vivimos en la mayoría de los ambientes, (pequeñas, medianas y grandes ciudades) un ritmo de vida acelerado, nos gusta tener llena la agenda de una y mil cosas que hacer, algunos padres de familia, cuando sus hijos salen de la escuela, ya les tienen la tarde ocupada, danza, karate, pintura, aprendizaje de otra lengua… Recibimos o nos imponemos cargas que luego es difícil llevar, y claro el cansancio se hace notar, y la factura a pagar por un ritmo de vida así es alta.

Si a esto la añadimos un poco de resentimientos añejos –sólo un buen vino vale la pena añejar- de deseos de venganza, de no aceptación, de enojos… la carga se vuelve no sólo pesada, sino insoportable.

La buena noticia de Jesús que se nos ofrece para éste Domingo, nos invita a acercarnos a Él, “vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio”. Hay cargas que la sociedad, la cultura, la familia la religión nos imponen, y las podemos llevar, pero las cargas que nosotros mismos nos imponemos, suelen ser más difíciles de llevar y más aún de dejar. Acercarnos a Jesús y su Evangelio cobra un extraordinario sentido, pues nos invita a aprender de Él, que es manso y humilde de corazón, aprender de Él que nos perdona a pesar de la traición y negación, nuestra vida ciertamente sería más llevadera si aprendiéramos y practicáramos lo que nos enseña con su vida, con sus gestos y palabras.

¿Quieres vacaciones, necesitas descanso? Entrégale esa carga que tú mismo te has impuesto y que no te deja andar ligero en tu vida, entrega ese rencor que guardas y que de nada te sirve, déjale a Él el juicio, juzgar no es tarea fácil y cómo harás para conocer las intenciones de una persona, si para interpretar las actitudes encontramos una gran dificultad. Perdonar es la mejor manera para descansar, el saberte perdonado y ofrecer el perdón a quien te ha ofendido, no sólo te libera de la carga, sino que te otorga la paz interior. Para esto necesitamos aprender de la humildad de Jesús, humildad que de ninguna manera significa sumisión, sino esa capacidad de andar en la verdad.