29 octubre 2011

No basta llorar el día de muertos

Posted by P. Pedro Ayala | 29 octubre 2011 | Category: |

P. Jaime Emilio González Magaña. S.J.

La imagen se repite cada año por estas fechas en las que el silencio y la soledad de nuestros panteones se ven interrumpidos por cientos de personas que lavan y adornan tumbas, barren el entorno y, entre una que otra lágrima, recuerdan al ser querido que se haya adelantado en el cumplimiento de la cita fatal. Queda atrás un año de olvido y abandono y se cumple fielmente un rito que ha llegado a ser obligatorio y un tanto tranquilizador de conciencias. Y no es que quiera decir que no se recuerde a los seres queridos, no, sino que a veces pareciera que hay que llenar el formulismo de estar presente en el panteón, por aquello del qué dirán o para que no se piense que hemos olvidado a nuestros muertos. Por otra parte, es normal que algunos, con aparente buena voluntad, aprovechan la ocasión para dar consejos y claro, como si no lo pretendieran, así de paso, se ponen como ejemplo y recomiendan que no se olviden las tumbas familiares, que se les visite más frecuentemente, en fin, que se sigan los protocolos de las apariencias y las buenas costumbres. Qué más da que el resto del año no les duela la soledad y el abandono del panteón.

Y es que hay que seguir el juego de las vanidades como las pláticas vanas y sin sentido o los chistes burdos de los velorios donde, en realidad el cruel dolor de los que sufren es lo de menos; cuando no se tiene consideración de quien quiere enfrentar su pérdida con un mínimo de respeto. Y es que hasta en el momento supremo hay que aparentar y hacerse visible para “pagar la cuota” de un parentesco o una supuesta amistad y dejar bien claro que se ha acompañado para que -aun cuando obviamente no se reconoce-, nos acompañen cuando nos llegue el turno. Es triste constatar hasta qué punto hemos trivializado la muerte al grado de contaminarla con costumbres bobas y absurdas, ajenas por completo a nuestra tradición y cultura como lo es el así llamado “halloween” o noche de brujas. Como he insistido reiterativamente, la muerte podría ser una magnífica oportunidad para revisar nuestra vida y no llegar a sentir el amargo remordimiento ante quienes nos han dejado y a quienes jamás les hicimos sentir gratitud, amistad, respeto y, mucho menos amor.

Estamos ante una oportunidad única para que la muerte nos ayude a reflexionar en la vida. Quizás podríamos intentar pedir la gracia de sentir la tristeza, el terror, la angustia que se apoderaron de Jesús y que lo ahogaban mortalmente ante el inminente momento supremo. Como Él, necesitamos estar preparados para intuir el momento en que seremos bautizados con el dolor del sufrimiento de la separación de los seres que amamos y que nos golpea duramente al ver que se apagan lenta e inexorablemente. El recuerdo de la muerte de otros nos puede permitir –también-, preparar la propia muerte. Del mismo modo que Jesús cuando había anunciado este otro tipo de bautismo: “¡… y cuánta es mi angustia hasta que esto se cumpla!” (Lc 12, 50), habría que disponernos para ir al encuentro de lo inevitable y monstruoso precisamente por desconocido. Sin embargo, si somos conscientes de que nuestra vida ha sido vivida plenamente, este momento será sólo un paso más hacia la plenitud y el gozo que no tiene final en Él y con ellos.


La celebración de la muerte nos ofrece el reto de esperar el momento supremo con la paz que nos dará la conciencia de que llegará porque no es algo añadido a nuestro ser sino complemento perfecto a una existencia fundamentada en Dios y en los sentimientos que no mueren. La muerte, así, se abraza como algo que no es ajeno sino vida absolutamente asumida. El dolor agresivo e indomable encaja así perfectamente en la totalidad de lo que hemos vivido, llorado, gozado, amado y sufrido. Oportunidad única para entender, a pesar de las lágrimas, que no tememos porque hemos vivido y esta certeza nos hace plenamente felices porque quienes se han ido están siempre con nosotros y para gozarlos, no es estrictamente indispensable seguir el juego de las apariencias y visitar un panteón el día de muertos “porque toca”, mucho menos para escuchar bellos sermones de quienes, probablemente, desearían haberlos pronunciado mucho antes… a quienes yacen ya bajo la tierra.

Currently have 0 comentarios:


Leave a Reply

Gracias por tu visita, por favor deja tu comentario