20 febrero 2011

Sean perfectos en el amor

Posted by P. Pedro Ayala | 20 febrero 2011 | Category: |

Los últimos domingos hemos estado escuchando la gran enseñanza de Jesús, contenida en el capítulo 5 del Evangelio de Mateo, que iniciando con las bienaventuranzas, el programa de vida para aquellos que le aceptan y deciden seguirle (versículos del 1 al 11), ser discípulo significa SER sal de la tierra y luz de mundo; dar sabor e iluminar,  ES y LLEGA  a ser  sal y luz quien acepta este proyecto (versículos del 13 al 16), el cual de ninguna manera se opone a la ley de Dios, el mismo Jesús ha expresado con claridad que no ha venido a abolir la ley sino a darle plenitud, y la plenitud que le otorga es el AMOR, que lleva no sólo a respetar y no hacer daño, sino que busca la realización completa de la persona, sin juzgar si es digna o no de amor, así como Dios Padre hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.

Jesús es exigente con aquellos que quieren seguirle, nos pide mucho “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”, podríamos argumentar que esa perfección es inalcanzable, pues lo límites humanos se ponen de manifiesto con mucha facilidad, amamos sólo a los que nos aman, servimos a aquellos que nos sirven o que esperamos que nos sirva, actuamos por interés, juzgamos y condenamos con frecuencia… sin embargo es la FE, la que nos lleva a fijar la mirada en este proyecto, en este idea, pues hemos sido credos a imagen y semejanza de Dios, es la fe la que nos lleva a reconocer que nuestra existencia es fruto del amor, del amor de dios y de nuestros padres, por la fe nos dejamos fascinar por la persona de Jesús, que a pesar de las exigencias que implica ser discípulos suyo, de las exigencias de aceptar su proyecto, decidimos seguirle, aceptar su enseñanza y encarnar los valores que nos propone en la buena noticia que es Él mismo, Evangelio del Padre.

Por la fe creemos y aceptamos que todos estamos llamados a la santidad, como lo expresa el Concilio Vaticano II en el número 40 de la constitución dogmática de la Lumen Gentium: “El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador”.

Esta santidad, perfección se realiza en el amor, amor que va más allá de la correspondencia con la persona que nos manifiesta aprecio, cariño amor, pues nos pide y nos exige amar incluso a aquellos que nos han ocasionado algún mal, aquellos que abiertamente están en contra de nuestra persona. El evangelio es buena noticia, pero requiere que cada uno acepte a Jesús como “el Maestro” y por lo tanto obedezca a las indicaciones que el nos ofrece.

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