P. Pedro Ayala sdb.

Portar con orgullo la playera de mi equipo de futbol, pintarme el rostro con los colores de mi bandera, llevar el hábito de la orden religiosa a la que pertenezco, seguir la ideología de un partido político… llevar un crucifijo al pecho. Son los elementos que nos ayudan a identificarnos de entre la masa, nos ayudan a expresar una realidad más profunda, trascendente e inherente al hombre; la necesidad de sentirnos y experimentarnos ligados, unidos, saber que pertenecemos a un grupo determinado. Es cierto que el hábito no hace el monje, pero si lo distingue.

Es temporada electoral en varios estados y ciudades de México, se viven las campañas políticas o pronto estaremos en ellas, tendremos las calles llenas de contaminación visual, como si la que tenemos no fuera suficiente, la radio, la T.V. y ahora las redes sociales se ven invadidas de spots y promesas que esperamos lleguen a realizarse. No sé si esto sea un mal necesario, pero sufrimos o toleramos, todo sea por la democracia. Te lo pedimos Señor.

En este ambiente es común ver que la mayoría de los ciudadanos con la posibilidad de emitir su voto, se deciden por un “color” en particular y ofrecen su apoyo a “X” candidato, sin embargo este tipo de militancia no siempre implica a toda la persona, en ocasiones puede estar motivado más por un interés personal, que por la comunión con cierta ideología. Es decir hoy puedo ser amarillo, mañana tal vez rojo o azul (para quien no es mexicano, estos son los colores de los principales partidos políticos, tenemos muchos más –no sé si sea vicio o virtud- pero no me interesa hacer propaganda) y el día de mañana estar en la militancia de otro partido. Hoy estoy contigo, mañana quien sabe.

En el evangelio de este domingo, escuchamos con claridad que Jesús nos invita a la identificación, a la toma de decisión, estamos con Él o no, vivir un discipulado a medias no es opción, Jesús nos pide le coloquemos al centro de nuestra vida de una manera muy radical, “el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Estamos de acuerdo en reconocer que las palabras, las acciones, los gestos de Jesús son buena noticia, que son “Evangelio”, la pregunta ahora es cómo vivir ésta buena noticia, la respuesta la podemos encontrar en el AMOR.

El que me ama cumplirá mi palabra (Jn 14, 23), es el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo lo que nos identifica como cristianos, como discípulos de Jesús, no podemos ser cristianos anónimos, hoy estamos llamados a dar testimonio, por eso, junto con el primado de Jesús en nuestra vida, esta la consecuencia lógica de tomar la cruz y seguirle, compartir un sufrimiento que es redentor y liberador, es cierto que hoy no queremos escuchar palabras como sacrificio, sufrimiento, entrega, pero el camino de la salvación pasa necesariamente por el camino de la cruz.

Identificarnos como cristianos es una urgencia, una necesidad, un camino para recibir la salvación que Dios Padre nos ofrece en su Hijo Jesucristo. Tenemos muchos ejemplos de personas que han vivido y viven con radicalidad el evangelio, han sido y son personas como nosotros, con virtudes pero también con límites, pero decididos en seguir a Cristo Jesús.